Quizá
no sea superfluo resaltar que Nietzsche anuncia su concepción trágica del mundo
también en la política cotidiana. Se pronuncia contra la disminución de la jornada
laboral; en Basilea se trataba de pasar de doce a once horas al día. Defiende además
el trabajo de los niños; en Basilea a partir de los doce años de edad se permitían
jornadas de diez a once horas diarias. Y se pronuncia igualmente contra las
asociaciones para la formación de trabajadores. Opina de todos modos que las
crueldades no han de llevarse demasiado lejos. La vida del trabajador ha de ser
soportable, «a fin de que él y su descendencia trabajen bien en favor de nuestra
descendencia».
RÜDIGER SAFRANSKI, Nietzsche, Tusquets, 2019, traducción de Raúl Gabás