"Picasso no sabe dibujar": Baroja y Azorín rechazan las vanguardias


Eran los años del poeta francés Apollinaire, y todo el grupo se puso a componer unos llamados “anaglifos” que no sé quién bautizó. Constaban de tres sustantivos, uno de los cuales, el de en medio, había de ser “la gallina”. Todo el chiste consistía en que el tercero tuviese unas condiciones fonéticas que impresionaban por lo inesperadas. Ejemplos:

El búho,                      La codorniz                El té,
el búho                        la cordorniz,               el té,
la gallina                      la gallina                   la gallina
y el Pancreator.         y el viso.              y el Teotocópuli.

La creación de “anaglifos” fue como una epidemia, en la cual me vi envuelto. Se hacían a montones, y a todas horas y en todos sitios, pero salían pocos perfectos, que gustaran a la mayoría. Y como en todo movimiento imaginativo, enseguida apareció el disidente, que fue Federico. Su variante consistía en alargar el último elemento del anaglifo convirtiéndolo en frase, por ejemplo:                      

La tonta,
la tonta,
la gallina
y por ahí debe andar alguna mosca.

Tales juegos respondían al espíritu revolucionario de entonces, se daban la mano con la escritura automática y otras manifestaciones más serias.

A mí me recreaba salir de aquel ambiente juvenil y ponerme a pasear con Azorín y Baroja, que no entendían nada de los movimientos modernos. Recuerdo que en uno de estos paseos desfilamos por delante de una frutería de la calle Mayor, cuyas hermosas frutas, variadísimas en color y formas y tamaños, estaban colocadas verticalmente. Azorín me dijo señalando hacia la frutería: “Un cuadro cubista”. Lo mismo le pasó con el “Superrealismo”. Y en cuanto a Baroja, todo lo resolvía con negaciones: “Eso es una tontería. Eso no va a ninguna parte. ¡Bah!, majaderías. Picasso no sabe dibujar”.


JOSÉ MORENO VILLA, Vida en claro, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1976, págs. 113 y 114