Miguel Hernández ingresa en el Partido Comunista después de ser maltratado por la Guardia Civil


Al tanto de lo ocurrido, los amigos y admirados de Hernández en Madrid redactan un manifiesto colectivo que se publica el 16 de enero de 1936 en El socialista bajo el título "Protesta en favor del poeta Miguel Hérnández". Su lectura no tiene pérdida:
"El lunes, día 7 de este mes de enero, estando el poeta murciano (sic) Miguel Hernández pasando el día en las orillas del Jarama, fue detenido por la guardia civil, y preguntado, primero, qué hacía por aquellos lugares. Miguel Hernández contestó, sonriente, que era escritor y que estaba allí por gusto. El traje humilde, modesto, de nuestro amigo, llevó a la guardia civil a tratarle con violencia, conduciéndole al cuartelillo de San Fernando. Durante el trayecto, para ocultar la vergüenza que provocaba en él la detención, Miguel Hérnández, de rabia, fue dándoles con el pie a las piedras. Entonces, le amenazaron de muerte, diciéndole: "Si no por aquella mujer que viene andando detrás de nosotros, te dejamos seco."

Al entrar en el cuartelillo, y sin más explicación, el cabo le abofeteó. Siguieron los golpes, hasta con unas llaves que le quitaron después de un registro minucioso, en el que encontraron además, como terrible prueba, una cuartilla encabezada con este nombre: "Juan de Ocón." Los guardias civiles de aquel puesto no podían comprender que un hombre con aire campesino escribiese un título para una obra de teatro. "Este es un cómplice. Anda. Confiesa." Así, golpeado, insultado, vejado, permaneció varias horas en el cuartelillo, hasta que pudo telefonear a un amigo de Madrid, que respondió de su persona.

Enterados de este atropello, lo denunciamos al ministro de la Gobernación, y protestamos, no de que la guardia civil exija sus documentos a un ciudadano que le parezca sospechoso, sino la forma brutal de hacerlo, pues en vez de limitarse a comprobar su identidad, le golpease (sic) maltratándole y hasta amenazándole de muerte. Protestamos de la vejación que representa el abofetear a un hombre indefenso. Protestamos de esta clasificación entre señoritos y hombres del pueblo que la guardia civil hace constantemente. En este caso que denunciamos, Miguel Hernández es uno de nuestros poetas jóvenes de más valor. Pero, ¡cuántas arbitrariedades tan estúpidas y crueles como ésta se cometen a diario en toda España sin que nadie se entere! Protestamos, en fin, de esta falta de garantías que desde hace tiempo venimos sufriendo los ciudadanos españoles".
Encabezaba la protesta Federico García Lorca y seguían las firmas de José Bergamín, José María de Cossío, Ramón J. Sender, Antonio Espina, Arturo Serrano Plaja, César M. Arconada, Pablo Neruda, Maria Teresa León, Rosa Chacel, Miguel Pérez Ferrero (que en estos momentos trabaja en su biografía de Antonio y Manuel Machado), José Díaz Fernández, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Luis Cernuda, Luis Lacasa y Luis Salinas.

El documento no sólo nos da una idea de la impunidad con la cual, durante el bienio negro, actuaba la Guardia Civil, "ojo vigilante de los amos", sino que la calidad y cantidad de las firmas son elocuente testimonio de la alta estimación en que ya tenía a Miguel Hernández la flor y nata de la joven actualidad española del momento.

A raíz de aquel encuentro con la Benemérita, Hernández tomó dos decisiones: romper definitivamente con Maruja Mallo y, través de Alberti y Maria Teresa de León, afiliarse enseguida al Partido Comunista. En su libro Memoria de la melancolía, León evoca la llegada del poeta aquel día, "descompuesto y verde de ira", "su cara encendida de rabia", al estudio que ella compartía con Alberti en la calle del Marqués de Urquijo. Miguel, que antes había dudado, ahora no quiere esperar un minuto más. "Venía a decirnos: "Estoy con vosotros. Lo he comprendido todo."

Parece más probable, sin embargo, pese a la insistencia de la escritora, que en la "conversión" de Hernández al marxismo influyeran, más que ella y Alberti, Delia del Carril, la amante de Pablo Neruda, y el escritor argentino Raúl González Tuñón, "conversión" de todas maneras, según Eutimio Martín, a la que estaba abocado Miguel "por temperamento y necesidad vital".


IAN GIBSON, Cuatro poetas en guerra, Planeta, Barcelona, 2007, págs. 232-234.