Recuerde, sin embargo, que yo de pintura no sé nada –y que la detesto, a menos que me recuerde algo que he visto o que creo posible ver– por lo cual aborrezco y escupo encima de todos los santos y temas de la mitad de las imposturas que veo en las iglesias y palacios. Cuando estuve en Flandes, nunca sentí más asco que con Rubens y sus eternas esposas y el infernal relumbrón de los colores, tal como yo los vi. Y en España no me parecieron gran cosa Murillo y Velázquez. Tenga por seguro de que de todas las artes, ésta es la más artificial y antinatural, y aquella en la que más se ha impuesto la estupidez de la humanidad. Jamás vi una pintura o una estatua que llegara a una legua de mi idea o de mi expectativa. En cambio he visto muchas montañas y mares y ríos y paisajes –y dos o tres mujeres– que las sobrepasaban en mucho– así como algunos caballos; y un león (en casa de Veli Pachá) en la Morea y un tigre en una cena en el Exeter ‘change.
LORD BYRON, fragmento de una carta a John Murray, Venecia, 14 de abril de 1817, incluida en Débil es la carne: correspondencia veneciana (1816-1819), selección de Jaime Gil de Biedma, Tusquets, Barcelona, 1999, traducción de Eduardo Mendoza, pág. 106